Esta es la historia de un francés y un irlandés que pasean juntos. Cada uno va dando su sentido poético a los paisajes, exterior e interior, que van viendo. Les acompaña un poeta japonés, muy callado, enigmático y silencioso.
Piensa el francés, de una forma espléndida por supuesto, que detrás de toda belleza hay gato encerrado y que cuando se es consciente de que solo el alma mortal puede sufrir, es cuando se ven las cosas con más claridad.
Tú, soberbia alma ¿Qué sueños esperas
lavados del color de las mentiras
que oro y onda, al mortal muestran tan bien?
¿Cantar cuando serás ser vaporoso?
¡Vamos! ¡Todo huye al fin! Yo soy poroso
¡Santa impaciencia que murió también!
Chocha inmortalidad negra y dorada
consoladora en falso laureada.
¡Quién hace del morir seno materno,
bueno al mentir y su piadosa treta!
¡Quién no conoce y quién no les evita,
al mondo hueso con su reír eterno!
Caros ancestros, huesas no habitadas
que bajo el peso de tantas paladas
sois tierra y confusión de nuestro altar.
El roedor gusano que os acosa
no es para los que duermen bajo losa,
de vida vive y ¡no me deja estar!
Es el amor quizá o es el hastío
y es su secreto diente, casi el mío
que cualquier nombre puede convenirle
da igual pues, vive, ve, sueña y podrido
gusta tanto de mi que he de, en mi nido,
con ese ser vivir ¡Pertenecerle!
Coincide en todo el irlandés, que desea ser antes pajarillo cantarín que en el viejo decrépito que es ahora.
Ya una vez alejado de la naturaleza no tomaré
mi corporeidad en nada natural,
sino en esas formas que los joyeros griegos hacen
de oro repujado y esmaltado
para mantener despierto al emperador adormilado:
o quizá mi alma se pose en una rama dorada para cantar
a los señores y damas de Bizancio
acerca de lo que ya pasó, lo que ocurre ahora o lo que vendrá.
Compone para sí, el poeta silencioso, un poema corto pero intenso.
Rama dorada
feliz hogar del saber
idas pasiones.
Julio Alcalá
Julio’s Blog