Esta esa la historia de un francés y un irlandés que pasean juntos. Cada uno va dando su sentido poético a los paisajes, exterior e interior, que van viendo. Les acompaña un poeta japonés, muy callado, enigmático y silencioso.
Pasea el francés por un parque junto al mar que alberga un cementerio.
Cumbre y paseo de palomas calmas,
Palpitando entre pinos, tumbas y almas;
Fuego que arde del día en su mitad.
La mar, la mar que siempre se renueva.
El mayor placer: ¡Esta idea nueva
y la vista de la divina paz!
Su orfebrería de finos destellos
mezcla diamante y oleajes bellos,
y ¡Qué paz nace de su libre empeño!
Al reposar un sol sobre el rompiente
Razón eterna de pura simiente
Brillo del tiempo, cual ciencia del sueño.
Tesoro calmo, templete a Minerva.
Masa en paz con apreciable reserva.
Agua emergente, mirar que ha fijado
Ese sueño que cubre un fuego en calma.
¡Oh mi silencio! Casa para mi alma,
Cima dorada en mil tejas. ¡Tejado!
Templo del Tiempo, dicho en un suspiro.
Subo a tu sitio puro y me retiro.
Rodeado por mi mirar marino:
Es así al dios mi orar más elevado,
Un sereno brillar que haya sembrado,
Hacia lo alto, desdén soberbio y fino.
Paseando por los vericuetos de esos jardines, le vienen a la cabeza melancólicos
pensamientos llenos de nostalgia, al encanecido poeta irlandés.
Por los vericuetos del jardín me encontré con mi amor.
Ella paseaba por los jardines Salley con sus pequeños pies níveos.
Me propuso amarnos sin algaradas
tal y como las hojas crecen en el árbol;
pero un servidor joven y alocado su propuesta no compartió.
Cara a cara en un campo cercano al río muy pegado a mi amor,
sobre mi inclinado hombro ella posó su nívea mano.
Me propuso vivir sin sobresaltos,
tal y como la hierba crece junto a las pozas;
pero un servidor era joven y alocado, y ahora está llorando a mares.
Compone para sí, el poeta silencioso, un poema corto pero intenso.
Viento de lunes
triste arrepentimiento
rechazado amor.
Julio Alcalá