El arte del ilusionismo en España
Iván Llaves
Por lo general, todo el mundo conoce algo de la magia o, mejor dicho, ilusionismo. Si bien algunos, por suerte un sector muy minoritario, todavía lo relacionan con el esoterismo y las ciencias ocultas. Pero la mayor parte de los ciudadanos lo tienen más claro: trucos, juegos de manos, ilusiones ópticas… En definitiva, trampas cautivadoras.
Pero lo cierto es que no es tan sencillo. El ilusionismo en nuestro país todavía no ha encajado como realmente se merece, cuestión que ya se ha solucionado en otros países, tanto europeos como americanos, asiáticos… Me refiero a la consideración total del ilusionismo como arte escénico y, por tanto, todo lo que ello conlleva.
Si le preguntas a una persona que pasa por la calle acerca de la magia, probablemente establezca un nexo causal al instante: cumpleaños, niños y comuniones. Y es así, pues nuestra ciudadanía acostumbra a asociar la magia con las animaciones infantiles, lo cual no deja de ser cierto, ya que un sector del ilusionismo se dedica precisamente a eso, la magia infantil, pero no se puede pretender cerrar su ámbito artístico en ese círculo tan pequeño.
En otras palabras: el ilusionismo es mucho más.
Estamos encaminados hacia la consideración del ilusionismo como un arte escénico como cualquier otro, y a considerar esta disciplina artística una profesión más, siguiendo el rumbo de muchísimos otros países. Cada vez es más fácil encontrar espectáculos de ilusionismo en los teatros, shows que son completamente camaleónicos, ya que la diversidad es una de las notas esenciales que caracterizan la magia.
De esta forma, cada vez se tiende a considerar a los ilusionistas como unos artistas más, como puede serlo cualquier otro que se dedique a otra disciplina artística, incluso que llegue a hacer de ello su profesión. Porque existen espectáculos de magia infantil, pero también de magia de cerca (donde los espectadores suelen estar a escasos metros del ilusionista y se realizan los efectos sobre una mesa, a una distancia muy corta del espectador), magia de escenario (donde se puede encontrar un sinfín de números que van de levitaciones de objetos con acompañamiento musical hasta verdaderos espectáculos de magia cómica), magia de grandes ilusiones (en la cual yo estoy especializado, y puedo hablar en primera persona de la complejidad estética de sus números, donde los efectos visuales son muy grandes), mentalismo, escapismo…
Así pues, cabe señalar que estamos en la buena dirección. Cada vez hay un mayor reconocimiento a la labor artística del ilusionista, que no solo hace acto de presencia en pequeñas fiestas infantiles, sino que también llega a escenarios de distinta índole e incluso a teatros. No obstante, aun queda camino por recorrer. Todavía nos falta un poco para llegar a la concepción de otros países, donde es tan normal ir un sábado por la tarde a disfrutar de una obra de teatro como a presenciar un espectáculo de grandes ilusiones.
La clave está en conocer realmente la figura del ilusionista, concebir la disciplina artística que practica como un arte escénico y, por supuesto, reconocer que se trata de una profesión. Solo con estas ideas en mente, y bien interiorizadas, se alcanzará con más celeridad el objetivo pretendido.