ATARDECER EN EL HOTEL II
En 27 marzo, 2018 | 0 Comentarios

ATARDECER EN EL HOTEL II

 

Es verano, en la terraza del Hotel presencio por casualidad una conversación entre un elegante caballero con un impreciso acento andaluz y una enigmática señora de edad indefinida a la que llama musa.

Musa.- Aquello fue el inicio de un cambio de paisaje para ti, o mejor dicho, un cambio de decorado en el guiñol de tu vida, como un intermedio teatral más, a los que habías tenido con anterioridad.

Poeta.- De aquellos intermedios como dices, recuerdo cosas que a los doce años me trajeron admiración, como la que se siente frente a una estatua clásica, y otras cosas que recordaba con malestar por historias que se iban pudriendo. También restos de instantes en los que se guardaban ratos felices, como aquellos en los que en familia hacíamos fiesta comiendo cangrejos de río. Era el tiempo del choque de lo real y corpóreo, contra la emoción verdadera; justo, cuando dejé de mirar al mundo como un niño. Recordando aquel entreacto escribí: Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos. Cajas que guardan silencios de cangrejos devorados. En el sitio donde el sueño tropieza con su realidad. Allí mis pequeños ojos.

Musa.- Esos cambios fueron como muertes para ti, en el sentido de que el ser humano que salía de ellos era distinto al que había entrado. ¿Crees que los manejó el destino?

Poeta.- Esas cosas no me las preguntes que no tengo respuesta. Intuí en aquel verano que el destino era una fuerza misteriosa que dirige a los cuerpos a llenarse de voluntad de vivir. Tanto es así, que esa voluntad de vida grita -que digo grita, aúlla- cuando un cuerpo la busca y no la encuentra por culpa del azar. Al tiempo que me compadecía de todos esos tan engañados, que presumen de vida estando vacíos en su interior. Lo dije poéticamente así: No preguntarme nada. He visto que las cosas cuando buscan su curso encuentran su vacío. Hay un dolor de huecos por el aire sin gente y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!.

Musa.- Y ¿el siguiente cambio de decorado?

Poeta.- Yo había acabado mi quinta obra y eso para un poeta es asesinar el gusano que no te deja pensar en otra cosa, vamos que hay que matar la inspiración, la iluminación y la luna del duende del escritor, para que te deje en paz y proseguir con otra creación. La verdad es que esa obra sobre el mundo de los gitanos tuvo un cierto éxito mundano. Mi expresión en el poema fue: Yo había matado la quinta luna y bebían agua por las fuentes los abanicos y los aplausos.

Musa.- Eso coincidió con la amargura que te trajo desenmascarar el falso amor de tus amigos y amantes.

Poeta.-Fue como un hundimiento de lo que creía un edificio sólido, que se lo tragó la tierra sin apenas ruido, y me cambió radicalmente. Por eso mi expresión: Cuando se hundieron las formas puras bajo el cri cri de las margaritas, comprendí que me habían asesinado.

Musa.- A partir de ahí, tomaste un camino poético separado de todo aquello de una forma radical.

Poeta.- Sí, totalmente. Los amantes antiguos y los amigotes al principio no lo entendieron, pero al final se impuso la idea de que en mi siguiente obra iba al origen primitivo de la vida. Entonces fueron conscientes, de una forma clara, del daño que me habían causado, así como de su responsabilidad en todo aquello. Por eso fui tan rotundo: No, no me encontraron, pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba y que el mar recordó ¡de pronto! los nombres de todos sus ahogados.

Julio Alcalá
Julio’s Blog

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