Qué fácil era ser mamá cuando tenía 5 años y jugaba con mis muñecos. Tenía 10 hijos, a veces alguno más. Todos comían bien, dormían la siesta y si se acababan las pilas ya no lloraban más. Lo reconozco, crecí con una maternidad idealizada.
Pero ahora que soy madre, sé que no es fácil y si hay que compaginarlo con el trabajo todavía menos. La conciliación familiar es todavía una asignatura pendiente. Pero esto es lo que hay. Al mal tiempo, buena cara y hay que jugar con las cartas que nos han tocado.
¿No eres una madre perfecta? ¡Y qué! Pero no duermes en toda la noche para estar a su lado cuando está enfermo. Y al día siguiente te lavas la cara, un poco de maquillaje y vas a trabajar para que no le falte de nada.
¿No eres perfecta? No importa. Aunque estés agotada, y con fiebre, le llevas a los entrenamientos porque de mayor sueña con ser futbolista. Y ahí estás tú, su fan número Uno, para a apoyarle.
No eres perfecta, pero no pasa nada. Lo verdaderamente importante es que sea feliz porque el amor de su madre es incondicional.