Me gusta viajar. De hecho, me encanta viajar. Cada vez que llego a un lugar nuevo anhelo descubrir otras gentes, otros lugares y su cultura. Cuando viajas es inevitable comparar aquello que ves con tu realidad más cercana. Por eso me atrae, sobre todo en ciudades pequeñas, saber qué tipo de políticas culturales se hacen, cuantas galerías y museos hay, comprobar su programación y oferta cultural para testarla con Castellón. Equipararse a grandes urbes como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, etc. sería una temeridad que lo único que hace es contribuir a ese mantra de que “en Castellón no hay nada”. En la mayor parte de los casos la ciudad de Castellón sale bastante bien parada con respecto a sus homólogas españolas. Todo es mejorable y, sin duda, en Castellón hay temas pendientes que no se han abordado con la suficiente valentía. Disponemos de muchos contenedores culturales pero hace falta más público. Yo diría que urge si no queremos seguir asistiendo al cierre de salas privadas o a auditorios medio vacíos.
A modo de estado de la cuestión me gustaría recordarles que en la capital de La Plana todavía tenemos galerías tan renombradas como la sala Cànem, emplazada en la calle Antonio Maura. Otra galería de arte cuyo prestigio es indiscutible es la Galería Braulio, en la calle Echegaray 1, de la capital de La Plana. En pleno centro de la ciudad, en la calle Alloza número 54, hallamos otra veterana sala como Art Dam. Por último, la Sala d’Art Pictograma de Castellón en la bulliciosa plaza de la Muralla Liberal. El último espacio cultural de ámbito privado en incorporarse al panorama castellonense ha sido La Bohemia, en la calle Ciscar.
Hay otro capítulo de espacios privados que no son propiamente galerías de arte pero que sí ofrecen de forma continua una programación expositiva. Es el caso de la cafetería del Real Casino Antiguo de Castellón o la iniciativa compARTE puesta en marcha por el hotel NH Castellón Mindoro.
En el apartado de salas municipales o de fundaciones existe una amplia oferta para el conjunto de los castellonenses, a saber; la Casa de Cultura de la calle Antonio Maura; la sala Rafel Ribés Pla, en el Museu d’Etnologia de la calle Caballeros; el Espai Cultural Obert (ECO), conocido también como Las Aulas; la sala de la Conselleria de Educación, Investigación, Cultura y Deporte en la avenida del Mar, la sala de la Fundación Dávalos-Fletcher y la Sala San Miguel de la calle En medio, perteneciente a la Fundación Caja Castellón. Aunque no sea una fundación no podemos dejar de mencionar a la Universitat Jaume I de Castellón con la Llotja del Cànem, la Galería Octubre y, más recientemente, el Menador. Espacios museísticos que ofrecen sus colecciones al público disponemos del Museu d’Etonologia, el Museu de Belles Arts de Castelló y el Espai d’Art Contemporani de Castellón.
Coincidirán conmigo (o no) en que oferta plural hay. Despojémonos de los complejos provincianos y consumamos cultura. Solo así los gestores, las administraciones y el resto de entes implicados apostarán por el ARTE.
Patricia Mir Soria
Licenciada en Humanidades por la Universitat Jaume I de Castellón con Premio Extraordinario de carrera
XXVI Premio Ciudad de Castellón de Humanidades