Villas de Benicásim (parte segunda)
En 26 julio, 2017 | 0 Comentarios

EL INFIERNO

Las construcciones iniciales en la zona de las Villas, se llevaron a cabo junto a la playa que iba desde el solar en que posteriormente se construyó el actual hotel Voramar, hasta la Almadraba. La mayor parte de ellas se conocían con el nombre de la esposa de su propietario, el cual se rotulaba en la parte alta de la fachada principal del edificio. Al conjunto de ellas, la gente del pueblo las “bautizó” con el nombre de “infierno”, por cuanto en numerosas ocasiones se organizaban fiestas con música de orquesta, que solían comenzar a media tarde y finalizar bien entrada la madrugada del día siguiente, cuestión hasta entonces poco frecuente, por lo que los vecinos de Benicassim, junto con los sirvientes que hacían sus trabajos para los “señoritos veraneantes” solían hacer en algún solar de los alrededores, fiestas mucho más populares, pero que gozaban del privilegio de poder conocer, a través de las familias que llegaban en su mayoría de Valencia, la nueva música que escuchaba la burguesía de la época, así como estar al corriente de las nuevas modas de vestir e incluso en la manera de comportarse los miembros de aquella nueva sociedad, mucho más permisiva y progresista.

La nueva zona, solo habitada durante el verano y conocida como el infierno, parecía estar deshabitada durante la mayor parte del día. Como mucho, sus residentes limitaban su actividad a algún que otro baño en el mar o la difusión de curiosas anécdotas o noticias de sociedad. Los hombres mientras tomaban el sol o se bañaban, lucían camisetas interiores que sujetaban con botones a una especie de calzoncillos largos que llegaban hasta media pierna, mientras que las mujeres vestían pequeñas faldas que permitían dejar al descubierto, bastante más de lo que solía ser normal en la época, algunas de ellas lucían sombreritos para evitar que el sol estropeara sus cabelllos. Unos y otras, al no estar seguros de poderse mantener en el agua, solían rodearse de calabazas secas a modo de flotadores.

EL LIMBO

Las construcciones con la finalidad única de pasar el verano, fueron en aumento, a medida que pasaron los años. Ya en 1906 existían más de 30 villas, número que alcanzó las cincuenta y cuatro en 1920, si bien, el número de vecinos que residían durante todo el año no llegaba a los cuarenta y se limitaba al personal de servicio de los propietarios ya que los señores solo ocupaban aquellas residencias durante el verano.

Como es natural, a medida que se edificaban más villas, los solares iban ocupando zonas más próximas al barranquet existente en las proximidades de la Almadraba. Las construcciones eran similares a las del “infierno”, solían tener una o dos plantas, con terraza delantera y cubierta de teja árabe a dos aguas. La puerta situada frente al mar quedaba alineada con otra trasera, recayente a la cocina, que permitía controlar la corriente de aire y con ella se aseguraba el fresco en el interior de la vivienda.

Las villas de aquella nueva zona no solían ser tan grandes, como las que se levantaron inicialmente. Así mismo, su nombre ya no siempre correspondía al de la señora del propietario, quizá por todo ello, a la zona se le comenzó a conocer, como “el limbo”, donde eran habituales las villas propiedad de algunas familias acomodadas tanto de la capital, como de algunos pueblos de la provincia de Castellón.

EL CIELO O CORTE CELESTIAL

La construcción de casas destinadas a residencias veraniegas continuaba, sobre todo durante la década de los años veinte del pasado siglo. En 1930 fue construido el hotel Voramar, si bien nació como un edificio destinado a café y casa de baños. El número de villas sobrepasó el “barranquet” y llegó hasta la Torre San Vicente. Esta nueva zona comenzó a ser conocida como “El Cel” o “Corte Celestial”, quizá porque el nombre que se rotulaba en la fachada coincidía, en algunas ocasiones, con el de algunos santos y también, porque eran menos frecuentes las fiestas y grandes solemnidades amenizadas con música moderna.

A pesar de ello, bailes, verbenas y celebraciones nocturnas, continuaban siendo los momentos más esperados de la jornada, aunque comenzaron a proliferar en ellas los juegos de salón y las tertulias sobre política, moda o costumbres de la época.

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