EL ESPAÑOL MEDIO
Desde que el Ser Humano entendió que el trueno no era un dios y que una persona muerta no vale para nada sin su memoria, hizo la naturaleza suya y lanzó la idea de que todo era medible. Más tarde, allá por el siglo XVII, un tal John Graunt decidió que no bastaba con contar lo que se tenía o a quién se tenía. No era suficiente declarar que una ciudad tenía veinte mil habitantes o que un ejército contaba con doscientos cañones. No. Se quería llegar más allá. Y con ese más allá, la ciencia se topó con otra nueva disciplina apoyada en las matemáticas: la demografía. Descripción de las gentes. Ahora era más divertido calcular y jugar a ser gobernante. Con la nueva ciencia, los ciudadanos y los súbditos podían ofrecer verdadera luz sobre sí mismos y sus conductas y, ¡oh sorpresa!, únicamente basándose en números. El tiempo de la “magia social” había comenzado.
Número de hijos por familia, número de cabezas de ganado por casa, número de licenciados por provincia, pirámides de población con forma de bellota para demostrar que una sociedad es saludable y moderna y, por supuesto, las medias. Estatura media masculina y femenina, nivel medio de estudios, nivel medio mensual del gasto por familia, nivel medio familiar por gasto y miembro… Y puestos a “concretizar” y a “numerologizar” podemos llevar a analizar todas nuestras actividades grupales bajo el timbre de España y al servicio de esta patria única en el mundo: el número de españoles matriculados en universidades públicas, el número de españoles que han optado por un destino turístico extranjero en sus vacaciones e infinitas veces etcétera.
Y así llegamos a lo que el otro día llamó tanto mi atención en la portada de un periódico de tirada nacional: “El español medio navega 1,2 horas al día por Internet”. No voy a entrar en el debate de lo que significan los números en las mediciones estadísticas. No voy a hacer el chiste fácil de que mi madre no navega ninguna hora en ningún día por ningún Internet y que por lo tanto mis hermanos y yo nos estamos repartiendo sus 1,2 horas para no chafar los esfuerzos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Prefiero centrarme en esta nueva especie nacida al calor de la ciencia y que cada día me intriga más: el español medio.
¿Qué entendemos por español medio? Si entendemos medio como mitad abstracta de algo o como punto de máxima coincidencia estadística nos encontramos con que el español medio no existe. No hay nadie en la calle que mida 1,73, tenga 35,4 años, esté casado y con dos hijos, tenga el pelo castaño, los ojos marrones, haya estudiado hasta segundo de bachillerato, se haya gastado 11.900 euros en un coche nuevo y 193.000 euros en una hipoteca a 35 años. Bueno…quizás sí haya alguien así en España. Pero si aplicásemos todas las estadísticas conocidas del español medio a alguna persona concreta, conforme fuésemos avanzando en los detalles, nos daríamos cuenta de que no encaja ni siquiera al 80%. No hay nadie medio en este país. No hay nadie “normal” si se me permite la expresión. Por lo tanto, si el español medio no existe, ese término debe significar otra cosa porque si no, el INE no hubiera gastado tanto tiempo y dinero público en crear semejante engendro. Todos sabemos que el Estado no malgasta sus esfuerzos en balde.
Así, si no es esta la acepción acertada, ¿cuál es? ¿Es el español medio aquel que está en el medio de algo? Y si es así, ¿en el medio de qué? ¿Ese medio es un lugar físico, geográfico? ¿O ese medio es justo la mitad de alguna actividad? Si está en el medio de un lugar físico, ese español medio tendría bastante restringidos sus movimientos. No podría cruzar las calles, ni cobijarse a la sombra, ni guardar la cola para comprar el pan, ni apuntarse al paro y por lo tanto, esta nueva especie perecería sin opción alguna y el INE tendría que inventar alguna otra. Si por el contrario el español medio está en un lugar geográfico, seguro que este es Getafe, dado que Getafe es la población española que está justo en el medio de la península. Yo no conozco a nadie de Getafe y ni siquiera su equipo de fútbol es uno de los importantes de Europa. Entonces, ¿por qué demonios le interesa tanto al INE? ¿Por qué tenemos que sufrir el resto de los españoles esta discriminación? ¿Qué tienen los de Getafe que no tengamos los demás? Pero, si el español medio es aquel que está justo en la mitad de algo, ¿debería ser ese español honesto en sus respuestas a los cuestionarios del INE? Me explico: si estás en el medio de una partida de mus, en el medio del acto sexual o en el medio de una importante cena de negocios, ¿por qué narices ibas a ser amable con el entrevistador del INE? Y ya que respondes, ¿no meterías alguna tontería o mentirijilla justo para quitarte de en medio al plasta de las encuestas? Desde luego que si el español medio vive en Getafe, no puede ponerse a la sombra mientras juega al mus, folla y cena con gente de negocios, no debe ser un tipo de fiar. Y más aún cuando sabemos que miente en las encuestas. Entonces, yo creo que esta tampoco debe ser la acepción que desvela el misterio del español medio. Probemos otra.
¿Y si el español medio se midiese en términos biológicos? ¿Y si nuestra nueva especie estuviese en el medio de su desarrollo? El español medio sería por supuesto un objeto de estudio digno del interés del INE, pero siempre quedaría alumbrada la sombra de la potencialidad: El español medio no es; va a ser. Y en el momento que sea, dejará de ser español medio. Entonces, ¿por qué dedicar tanto esfuerzo en desarrollar una nueva especie nacional que a las primeras de cambio le va a dar por crecer, desarrollarse y dejar de ser centro de tu interés? ¿Cómo maneja tan mal el INE sus objetivos? Eso es pan para hoy y hambre para mañana. Por lo tanto, yo creo que esta definición tampoco es la adecuada. No vale de nada tener un hijo que cuando crezca te mire fijamente a los ojos y te diga: “ya no eres mi padre” y acto seguido dé un portazo y no le vuelvas a ver en la vida. O peor aún, que ese hijo sea como una mascota que en cuanto crece y necesita más espacio lo abandonas en una cuneta y te compras otro español que vuelva a estar en el medio de su desarrollo, para así regocijarte en su prometedora potencialidad. Esto sería estúpido e inmoral y el INE no es ni una cosa ni la otra. Sigamos probando.
Posiblemente al español medio le falte la mitad. Este es un error muy común entre las personas que estudian ciencias nuevas. La demografía y la estadística, muchas veces se apoyan en bibliografías extranjeras y las malas traducciones abundan. He de decir que la mayor parte de los libros que se estudian en la carrera fueron escritos originariamente en inglés. Y a poco que sepamos del idioma británico nos daremos cuenta de que ellos anteponen el adjetivo al sustantivo, invirtiendo el orden de las palabras. Así, un “hombre alto” es un tall man y una “mujer bella” es una beautiful woman. Seguramente existiría el término half british (británico medio) para denominar a su propia especie demográfica nacional y nuestros traductores, por extrapolación introdujeron el concepto half spanish (español medio). Y de ahí viene la confusión. Half spanish no es adjetivo y sustantivo; son adverbio de modo (que modifica y en este caso, “medio”, no actúa como adjetivo) y adjetivo calificativo y no se debe invertir su orden en la traducción al castellano. Así, refiriéndonos a la especie que nos ocupa, un español medio es en realidad “medio español”.
Entonces, si el español es medio, ¿Qué le falta para ser entero? ¿Alguna parte de la anatomía? ¿Alguna parte emocional? ¿O es simplemente una cuestión matemática? Si le faltase medio cuerpo, para ser simétricamente exactos, le faltaría una porción igual a la que disfruta pero del lado opuesto. Lo cual es imposible. Podemos intentar partir longitudinalmente a un español en dos pero algunos órganos desplazados como el corazón o el hígado, tirarían por tierra nuestras hipótesis. El bicho en cuestión moriría. Además, no veo yo la utilidad de estudiar los hábitos de personas españolas mermadas. Tampoco creo yo que el INE se dedique a serrar cuerpos patrios como si de melocotones en almíbar se tratase. Yo, por lo menos, no he visto ningún medio español de estos por la calle. Además, seguro que las moscas y las bacterias se irían pegando a la mitad del cuerpo en carne viva y tarde o temprano se morirían por alguna infección. O peor, fenecerían del propio asco. No es muy atractivo ni apetecible caminar medio eviscerado por la calle. Así, poco futuro en el medio español físico como especie. Por el contrario, si fuese una cuestión matemática, supondría un falseamiento sistemático de los datos porque ya no seríamos cuarenta y ocho millones de españoles sino noventa y seis. Y nuestras hipotecas también se deberían multiplicar por dos y los coches ya no serían de cinco plazas sino de diez. Pero, ¿Cuál sería la intención de mantener esta ficción? ¿Pedir el doble de impuestos a los ciudadanos? ¿Tan malvado es el Estado? Voy a suponer que no. No quiero parecer mal pensado. Además, esto parece más una teoría conspirativa basada en la ciencia ficción que una solución creíble. Y el Estado debe ser ante todo pragmático.
Pero, ¿y si lo que le faltase al medio español fuese una parte sentimental? ¿Qué parte sentimental sería esta? ¿Un amor tal vez? ¿Un amor que una vez conseguido nos completa? El amor es un bien escaso. En eso todos coincidimos. Es como cuando compras una pieza de arte; o eres un auténtico experto en la materia o te pueden dar gato por liebre. Te llevas a casa a la mujer de tus sueños y al cabo de unos cuantos años descubres que no eran gigantes sino molinos. Siguiendo esta hipótesis, ¿tendría el INE algún interés en estudiar a este medio español? Por supuesto que sí. El amor es un hábito común entre los españoles. No hay hispano vivo que alguna vez no se haya dejado seducir por las jugosas promesas químicas de especie. Por lo tanto, este sería un buen sujeto de estudio. Un sujeto extendido y a la vez representativo. La perfecta inversión para el INE y la perfecta oportunidad del Estado para ocuparse de una vez por todas de la felicidad de sus ciudadanos.
Aquí surge una segunda parte en esta misma hipótesis. ¿Qué ocurre cuando ese medio español se convierte en un español completo? Es decir, ¿Qué ocurre cuando encuentra el amor? Ya no es medio español. Ahora es español entero. Teniendo en cuenta lo raro que es conseguir y distinguir el amor verdadero, unido a su fugacidad y volatilidad, raro es el español que permanece completo por mucho tiempo. Lo cual es ideal para el INE. Así no tiene que cambiar de sujeto de estudio y no debe depender de que la plenitud alcanzada con el amar sea algo sin retorno; una fusión vitalicia. Esto potencia doblemente nuestra hipótesis. Los esfuerzos del INE se verían más que recompensados: han creado una nueva especie basada en algo que todos los españoles perseguimos y que ninguno de nosotros conseguimos. A esto le llamo yo efectividad burocrática.
Por lo tanto, y a falta de ulteriores comprobaciones, concluyo que el español medio se define por ser una persona que habita en este país y que busca el amor sin encontrarlo. Básicamente. El INE puede continuar elaborando sus nutridas estadísticas y al tiempo no se ve forzado a cambiar de especie cada dos años. Del mismo modo, el español medio se beneficia de las conclusiones del INE y se ve representado estadísticamente con el refuerzo psicológico que ello supone, lo cual le lleva a no cejar en su empeño de conseguir el amor. Es decir; un Ouroboros complejo que se completa a sí mismo: el súmmun máximo de la eficacia administrativa, el colmo de todas las win-win situations, la perfección de la magia social hecha números. El español medio, medio español, por fin en el medio de todas las cosas.
FIN
GABRIEL BARRIOS MARTÍN