En este libro exploro los mecanismos universales que operan en las psicoterapias y están dirigidos a todos los aprendices.
Mecanismos que trataré de explicar según el principio de parsimonia , derivada de la navaja de Occam: si un fenómeno puede explicarse sin suponer entidad hipotética alguna, no hay motivo para suponerla. Es decir, siempre debe optarse por una explicación en términos del menor número posible de causas, factores o variables.
Dando por supuesto que la psicoterapia funciona -tanto o igual de bien o mal que un tratamiento farmacológico- tal y como ya escribí en posts anteriores, trataré de identificar al menos tres acciones robustas (señales) que ocurren durante una psicoterapia con independencia de su orientación. No me ocuparé en este post del ruido en psicoterapia, es decir ciertos factores comunes o del encuadre.
La primera es el amor de transferencia. Naturalmente el amor de transferencia no debe confundirse con el amor romántico que incluso lo descarta. Nada que ver. El amor de transferencia es un amor de dependencia y apego, un amor infantil, una reedición -como descubrió Freud- de los sentimientos infantiles originales en el niño y que se deben a su ser deficitario y que aparecerá en toda relación de ayuda o íntima. Suceden cuando alguien sintoniza con un otro que de alguna manera rememora actitudes vividas en época infantil y que diferencian dos tipos de personas: aquellos para los que el deseo es el deseo del otro (neurosis clásicas) y aquellos para quienes el deseo es el deseo mismo (las neurosis narcisistas). La transferencia neurótica es lo que sucede cuando se encuentran el hambre con el país de los quesos. La transferencia narcisista es lo que sucede cuando se encuentra el hambre con las ganas de comer.
La segunda acción robusta es la construcción un relato. La mayor parte de las personas nos construimos una narrativa para explicarnos las cosas que nos suceden, aunque lo más frecuente en clínica es que no exista ninguna narrativa histórica sino una narrativa médica. El paciente cree que le pasa algo que identifica con algo físico. Es lógico porque la mayor parte de enfermedades mentales se ocultan detrás de una mascarada de síntomas físicos, sobre todo de depresión-like y la ansiedad-like. El propósito de este enmascaramiento es retirar la atención de conflictos interpersonales y localizarlos en el cuerpo donde uno supone que serán más fáciles de abordar médicamente al tiempo que desaparecen de la conciencia. La somatización es un desplazamiento al polo físico de una conflicto usualmente interpersonal.
Identificar narrativamente estos sintomas uno a uno , es usualmente penoso y es probable que ni así se resuelvan (o vuelvan a aparecer) apenas se retira la atención sobre su construcción paso a paso. El sujeto tiende a la alienación de su conciencia sobre su síntoma, un mecanismo de defensa universal de la depresión o la ansiedad.
Y si dispone de una narrativa propia es probable que esa narrativa sea insuficiente o inadaptativa. Hay que reconstruirla, sin embargo es indispensable que el terapeuta no se limite a sustituir un nombre por otro, un relato por el suyo. El pacientes ha de identificarse con el nuevo relato que en cualquier caso no debe estar demasiado alejado de su estilo y sus valores. El relato ha de ser consensuado.
Y no importa si el relato es verdadero o falso, como siempre sucede con el pasado que es ineluctablemente imposible de interpretar. Solo es posible encontrarle un sentido y es el individuo el que construye ese sentido. Fuera del sentido no hay sujeto ni propiamente relato que queda supeditado a los sentimientos actuales y a sus fluctuaciones.
La tercera acción robusta es la provisión de nueva información. Las psicoterapias regladas han obviado de manera impropia esta variable: no se trata tanto de recordar como decía Freud sino de cambiar como dicen los teóricos de la información. Y para cambiar es necesario proveer al sujeto de nuevas informaciones. No se trata tanto de socavar las viejas ideas o patrones de conducta establecidos como de brindar al individuo nuevas ventanas por donde el aire pueda penetrar. No se trata de adoctrinar, ni de enseñar, ni de demostrar. Se trata de iniciarse en el autonocimiento como decía Pessoa o en cualquier caso de redimirse a través de él.
Con el conocimiento sucede una cosa muy interesante y es que (tal y como sucede con el deseo, (pues el deseo de saber es también un deseo) nunca se colma del todo. Nuestras creencias se mantienen porque nos dan seguridad pero, las certezas han de ser sustituidas por una forma de pensar basada en probabilidades. Un escepticismo o pensamiento critico que no brinda una seguridad inmediata o completa pero que a la larga es fortalecedor de nuestros rasgos mas adaptativos pues cada hallazgo crea una bifurcación en nuestra concepción del mundo y en esos mundos que van apareciendo van disolviéndose las antiguas creencias del tal modo que no es necesario confrontarse con ellas, simplemente se disuelven.
Ser un buen terapeuta implica una enorme tolerancia a la frustración y no todo el mundo está capacitado para ello, por eso te aconsejo la guía permanente de un maestro que ejerza sobre tí , la paideia necesaria y permanente. De mismo modo no todos los pacientes son susceptibles de mejorar con psicoterapia, pues sin historia es imposible encontrar sentido y son muchos los pacientes ahistóricos que te buscaran para mejorar. Y ese -el lugar del Logos- no es su lugar.