SIESTA (RILKE SUEÑA SU PRIMERA ELEGÍA)VI
Aquí inicia el espíritu sus revelaciones acerca del mundo de las almas, que iluminarán a partir de entonces muchas de las obras del poeta. En esencia se trata de cómo son los mismos ángeles los que habitan el mundo de los muertos y el de los vivos. Los poetas se han de diferenciar del resto de los humanos, más centrados en lo cotidiano, intentando escuchar a esos ángeles.
Por supuesto que es extraño,
ya no pertenecer más a la Tierra,
dejar de practicar esas costumbres
levemente aprendidas, y no dar a las rosas
ni a esas otras promesas de las cosas,
un significado para el futuro de los humanos;
y así, dejar de ser personas
en manos de una interminable angustia.
E incluso abandonar el propio nombre
como un juguete hecho trizas.
Extraño es no desear más deseo alguno,
como lo es que todo lo que se auto-referenciaba
se encuentre ahora aleteando libre por el espacio.
Y estar muerto es un penosos proceso para pasar
desde un intenso deseo de recuperación de la vida,
a gradualmente sentir un poco de eternidad.
Aunque los que en ese momento viven
cometan todos el error
de hacer una rigurosa distinción.
Se dice por aquí que los ángeles
no conocen en general
si andan entre vivos o muertos.
El torrente de la eternidad
arrastra sendas orillas
de todas las edades,
siempre presente,
e imponiendo sus ordenes en ambas.
Julio Alcalá